martes, 15 de febrero de 2011

sin hablar para mostrar

Hoy me ha dado por pensar en las promesas y en las consecuencias.

Me he puesto a pensar que no sé si son muy útiles, que digamos
Yo te puedo prometer que iré a verte, que te voy a querer toda la vida, o que te llevaré a algún sitio dentro de un rato o algún día.
La cosa es que del dicho al hecho...hay un trecho. Y dentro del trecho,mil factores determinantes que condicionan lo que pudo ser una promesa de verdad y romper la ilusión y/o esperanza de la otra persona.

¿De qué sirve prometer que volveré a verte si dependo de mil cosas? ¿qué sentido tiene decirte que iré a verte si  me arriesgo a que se me rompa el coche justo un minuto antes de salir a carretera? ¿merece la pena prometer decir 'estaré siempre' si en cualquier momento no te puedo coger el teléfono porque estoy haciendo algo importante? Estas preguntas suenan estúpidas, pero a mi me escuece tener una respuesta desfavorecedora.

Hay que ahorrar en decepciones y, en realidad, se sabe muchos de nosotros tenemos como intención  estar siempre dispuestos a todo por quien merece la pena. Sin embargo, aún abogando también por las promesas que he conseguido cumplir, he de decir que nada sienta mejor que llevarlas a cabo.
Yo prefiero las sorpresas porque las expresiones de la gente que no se esperaba verte o que no esperaba que lo cumplieras, son merecedoras de todo sacrificio realizado por el bien de una amistad, una relación amorosa, compromiso.

Prefiero decir 'voy a hacer todo lo posible por...' a prometer para que luego me decepcione (otra vez).
Prefiero conocer a las personas y no hacerles prometer nada porque sé que no tienen que hacerlo, porque siempre han estado ahí...

                                     Antes o después

miércoles, 9 de febrero de 2011

el lenguaje metafórico

Estando metida en el mundillo político no puedo evitar analizar el discurso de las personas inmersas en él. 
Evidentemente, hay de todo. Hay quien habla muy bien y te deja pasmado, y quien mete unas patadas al diccionario que te quedas helada. Sin embargo, no sé si hacerlo bien implica ser poco claro aquí.

Los que lo hacen peor, creen que pueden combinarlo todo; pueden combinar verbos como 'caerse' y combinarlos con sintagmas que también indican dirección, como 'para abajo'. Entonces, cuando de un alcalde escuchas que la situación está "cayendo para abajo" pues como que pica un poquito. Pero bueno, eso también se atribuye a los nervios y a la poca preparación del discurso. Me parece, incluso, hasta muy humano y agradecido por mi parte porque así también me creo alguien al identificar un lapsus de ese tipo.

La palabrería que se usa en el ambiente político me parece un arte, y también ver como en esta misma reunión en la que estaba el alcalde, una persona anima a la otra a hacer metáforas para embellecer su discurso. Las metáforas se han convertido en una estrategia perfecta para evitar ser claro y preciso (aunque las metáforas desde un principio se usan para mejorar la comprensión junto con las parábolas, como cuando en la antigüedad se enseñaba al pueblo los distintos pasajes de la biblia) y pringarte poco en este ámbito, pero no solo eso, si no que también te ayuda a sentirte buen orador. 

En fin, me parece interesante y divertido, y me da la sensación de que mi libretita de las curiosidades va a ser mi gran compañera.